Parece extraño ver la foto de un cementerio al lado de un título como: «minutos de felicidad» ¿verdad? Bueno, no después de leer esta historia fascinante.
El caminante, llevaba más de 10 horas por el sendero, cuando divisó a lo lejos un pequeño pueblo. Como muchos pueblitos de provincia, el cementerio estaba en la entrada del mismo.
Caminando por un costado el hombre se puso a detallar el camposanto, y como estaba cansado decidió sentarse en unas de las bancas del cementerio. Con la mirada perdida por el cansancio se puso a detallar la lápida más cercana a él. Se sorprendió un poco al leer el epitafio, «Aquí yace Carlos, amado por su familia y todos en el pueblo 1960 – 15 años».
-Que epitafio tan extraño- se preguntó.
-¿porque habían colocado la edad que tenía en vez del año de su muerte? Bueno, cosas de pueblerinos, al fin y al cabo era solo un niño, que lastima! – repitió en voz alta.
Sin embargo, todo empezó a tornarse más extraño cuando presto atención a las otras 3 tumbas del costado. Al detallar las edades de los difuntos noto que decían 9 años, 12 años y 10 años, respectivamente.
De pronto el cansancio desapareció y empezó a dar paso a la curiosidad, el caminante entonces, se puso en pie y empezó a revisar todo el terreno sagrado, leyendo lápida por lápida.
– 9 años, 5 años, 16 años, 8,11,12,7…, !que horror! – pensó, y sobrecogido por la tristeza, se echó las manos a la cabeza y se sentó en la grama tratando de imaginar lo que pasaba en ese pueblo.
Estaba tan inmerso en sus pensamientos que no vio al cuidador del cementerio acercarse.
-buenas tardes señor ¿puedo ayudarlo en algo?
El caminante giró la cabeza sobresaltado y con una lágrima en el ojo, le preguntó.
-¿Usted trabaja aquí?
-si señor, desde hace 20 años. Vivo aquí mismo en el pueblo. ¿Necesita donde quedarse o donde comer?
-¿qué pasa en este pueblo? ¿Porque todos mueren tan jóvenes? ¿Qué clase de pueblo maldito es este? – le dijo señalando con un dedo a una de las tumbas.
-ah! ¿lo dice por la inscripciones en los epitafios? No se preocupe señor, no es lo que usted está pensando. Lo que pasa es que en este pueblo tenemos una tradición de muchos años.
A cada niño, cuando aprende a escribir se le regala un diario muy especial que llevará durante toda su vida. En él, anotará en minutos todos los momentos que ha sido realmente feliz en su vida. Por ejemplo los días de su cumpleaños serían 280 minutos cada uno, el primer beso, 1 minuto, cada abrazo de madre 1 minuto, el día de la graduación 60 minutos, el momento de su boda, cada momento de calidad con la pareja, el nacimiento de un hijo, un trabajo bien hecho y así hasta el día de su muerte. Cada minuto de felicidad cuenta por más pequeño que sea.
Mi trabajo es sumar todos esos minutos de felicidad para luego colocarlo en sus epitafios, porque para nosotros, esos son los momentos en que realmente estamos vivos.
Minutos de felicidad
¿Y usted? ¿Cuántos minutos de felicidad ha experimentado, y que le han hecho sentir realmente vivo, se ha parado siquiera a disfrutar esos momentos? ¿De verdad disfruta lo que hace? o hace lo que realmente disfruta.
Lo peor de perder el tiempo, es no darnos cuenta de que pasó, se nos escurre entre los dedos los minutos, las horas y los dia.
El cuento, aunque es una fábula tiene una enseñanza práctica muy poderosa. El simple hecho de escribir en un papel los momentos de felicidad nos hace caer en conciencia de ellos, y entonces disfrutar más y anhelar los que vienen. ¡Quizás deberíamos hacer lo mismo! Para no llegar a decir nunca «que desperdicio de vida»
Cuento original de «Jorge Bucay».